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26 de junio de 2009

Adiós a un hombre bueno


El pasado 19 de junio nos dejó para siempre Vicente Ferrer. Su desaparición supone quedarnos sin alguien que, sin duda alguna, pasará a engrosar y dar brillantez a la reducida lista de Grandes Figuras de la Humanidad. Nosotros, los firmantes de este escrito, queremos aportar nuestro humildísimo homenaje a una persona magnífica, excepcional, grandiosa, humanista, tolerante, solidaria…

De su intensa biografía, destaca su infancia en Barcelona, su militancia en el POUM, la llamada a filas del bando republicano durante la Guerra Civil cuando sólo contaba 16 años, su internamiento en los campos de concentración de Argelés-Sur-Mer en Francia y el de Betanzos en Galicia, los estudios inacabados de Derecho y sobre todo, el viaje a la India que marcaría su vida.

Vicente Ferrer optó por la Compañía de Jesús para desempeñar su vocación de ayuda a los demás, sin embargo, ante la disyuntiva de elegir entre el celibato obligado impuesto por la Iglesia católica (además de algunas divergencias surgidas con los dirigentes de la Orden) o la posibilidad de formar una familia, optó por lo segundo. En 1970 se casó con la periodista inglesa Anne Perry, con quien tendría tres hijos y compartiría una vida de trabajo y entrega a los más necesitados.

El tratamiento mediático que se ha dado a la vida y la muerte de Vicente Ferrer, merece una profunda reflexión. Mientras la figura de este hombre ejemplar pasa casi de puntillas por todos los medios de comunicación, la de los deportistas supermillonarios es ensalzada hasta la saciedad por toda la prensa escrita y audiovisual, anteponiendo el culto a un materialismo salvaje a los valores de humildad, solidaridad y ayuda al prójimo. ¿Es ese el mensaje que queremos transmitir a nuestra juventud? ¿Es el ejemplo de sociedad que queremos legar a nuestros descendientes?

Hay ya voces que piden su canonización y toman posiciones para la concesión del Nobel de la Paz. Nosotros, modestamente, proponemos que dejen la figura de Vicente Ferrer en paz, puesto que sería una terrible injusticia colocarlo en un plano de igualdad con personajes tan siniestros como José Mª. Escrivá de Balaguer o Henry Kissinger. Vicente Ferrer está donde tiene que estar, muy por encima de santos y nobeles.

Publicado por: Belén Meneses y José Segura