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29 de diciembre de 2008

Carta pesimista a los Reyes Magos



"(...) ha caído la noche y los bárbaros no han venido (...)
Y entonces ahora ¿qué va a pasar con nostros sin los bárbaros?
Al menos esa gente era una cierta solución".

"Esperando a los bárbaros" de Constantino Cavafis


Existen varias definiciones relativas a qué es un clásico. Para unos, son aquellas obras que reiteradamente son citadas en escuelas y universidades, para otros, esos gruesos tomos de honorable apariencia, que todo el mundo pretende tener bien visibles en su biblioteca, pese a no haber sido jamás leídos. De lo que no hay la menor duda es de que de los clásicos se puede extraer una innumerable lista de célebres frases. La anteriormente escrita es un ejemplo.

Las palabras del griego Cavafis me trasladan a una atmósfera decadente. Un tiempo nubloso en el que el hambre, el miedo y la enfermedad campan a sus anchas. Se me aparece todo como un gran ocaso estereotipado, definitivamente, un cuadro, típico y tópico, de cómo debió ser uno de los últimos días del Imperio Romano. Se me ocurre reflexionar sobre cuáles debieron de ser los pensamientos de cualesquiera de cuántos contemporáneos de aquella época poblaron las grandes urbes romanas. Una cuestión que me preocupa especialmente es la de reflexionar acerca de si esas gentes supieron, ni aunque fuera por un mero atisbo, la gran vorágine que se les venía encima. No podemos saber si el habitante de Aquileya, de Leptis Magna o de Cartago se pudo haber figurado cuál iba a ser el destino de su civilización, de su anciano Imperio. Seguramente los romanos no se figuraron un mundo gobernado por bárbaros. Quienes tienen una existencia acomodada sostienen la “cuasi-divinidad” del orden que les gobierna. Craso error para la razón, al que los humanos parecemos estar genéticamente predeterminados.

Me causa una gran ansiedad pensar que yo bien pudiera ser uno de aquellos “romanos”, partícipe de un gran escenario de decadencia predestinado a la caída, en este caso no del orbe romano. No sé si entre Iraq y los Campos Cataláunicos caben paralelismos, pero cierto es que las batallas distantes estereotipan la fragilidad de quienes nos gobiernan. Las desigualdades fomentan flujos migratorios insostenibles, flujos de “nuevos bárbaros” buscando mejores tierras. Otros de su calificativo amenazan a nuestras estructuras macroeconómicas, mientras que caníbales de nuestra "social" especie se nutren de ideas falsas y especulaciones abusivas. La Bolsa cae, y los sueños con ella.

Como el niño, adulto o anciana romanos del poema de Cavafis, yo sigo buscando a los bárbaros. No sé si debo confiar en quien no supo vigilar que el singular villano se hiciera con las expectativas de cientos o en una sociedad caduca y especialmente desestructurada. Busco soluciones, sin tener tampoco a bárbaros disponibles.

Occidente, y más concretamente Europa, se va progresivamente ninguneando dentro de su fofo conformismo. Los individuos viven sin expectativas, con el único estímulo del chat, el cigarro y las grandes fiestas. Una sola letra separa al matrimonio del patrimonio, mientras que los infantes son considerados como externalidades negativas de coitos nefastos. A todo eso, la familia se descompone dejando su asiento a la perruna mascota, mayormente privilegiada que el abuelo. Un sinnúmero de pequeñas cosas nos conducen al gran efecto. Un mundo caduco, una sociedad sin esperanzas “ni bárbaros”. El potencial del forastero renovador “bárbaro” sólo cabría buscarlo en las nuevas ideologías. ¡Lástima que de éstas estemos faltos!

Me pregunto si en este próximo año surgirá un nuevo Atila o Genserico. Si en los EEUU aparecerá el “nuevo candidato antonino” o se seguirá la, poco particular, tradición catalana de dejar al hijo mayor, o listo, con la industria y el tonto para la política… Sinceramente, reconozco haber escrito con este post mi carta a los Reyes Magos. Un Mundo que reflexione y encuentre, y que en la medida de mi humano egoísmo, me garantice un futuro personal, y ante todo, para los míos (familia, amistad, municipio, partido, etc.).


Felices fiestas y mejor año nuevo!!!

Publicado por: José Segura

La sagrada y verdadera familia española.


El pasado domingo, festividad de los Santos Inocentes, la plaza de Colón de Madrid fue de nuevo el escenario elegido por la jerarquía eclesiástica española para reeditar el milagro de la multiplicación de los panes y los peces y así, donde está matemáticamente demostrado que no caben más de 350.000 personas, Rouco Varela y otros altos representantes de la Conferencia Episcopal, lograron congregar a más de un millón de fieles que se desplazaron a la milagrosa plaza madrileña para celebrar la eucaristía de la sagrada familia. En este ambiente de festividad y alborozo, y gracias en gran medida a las aportaciones de todos los ciudadanos y ciudadanas de este país, católicos, evangelistas, musulmanes o agnósticos que con nuestros impuestos colaboramos en el mantenimiento de su organización (pago de salarios de obispos y sacerdotes, de los aproximadamente 30.000 profesores de religión católica, de los capellanes castrenses, etc), el presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Madrid, tuvo ocasión de dar rienda suelta a su libertad de expresión y enumerar las múltiples amenazas a las que deben enfrentarse las verdaderas familias españolas, es decir, las formada por un hombre y una mujer fundidos en uno por el vínculo indisoluble del matrimonio para engendrar todos los hijos con que Dios quiera bendecir la sagrada unión o, según palabras textuales del propio Rouco, "cuando un varón y una mujer se entregan para toda la vida en el verdadero matrimonio y cuando no impiden que brote una nueva vida, la de sus hijos". Es una lástima que las familias monoparentales, las formadas por dos hombres o dos mujeres, las creadas a partir de segundos matrimonios con hijos aportados por ambos cónyuges e incluso las formadas por parejas con hijos concebidos mediante métodos no naturales, no tengan cabida en el seno de una Iglesia que se dice universal. Si la jerarquía católica abomina de todos los modelos de convivencia que no estén inspirados en la sagrada familia, a nadie puede sorprender que sus templos estén cada vez menos concurridos. Si únicamente aceptan el modelo que ellos mismos denominan familia tradicional y son excluidas las consideradas el producto inmoral de “modas” difundidas a través de “tantos medios y oportunidades mediáticas, educativas y culturales" -léase Educación para la Ciudadanía-, los prelados españoles pronto se verán obligados a contratar profesionales del marketing y la publicidad para compensar las deserciones de los fieles que no se encuentran encuadrados dentro de su modelo estándar de familia.

Felizmente, hace años que nuestro país dejó atrás la pesada carga que suponía ser la reserva espiritual de occidente y en la actualidad, somos los ciudadanos y las ciudadanas quienes construimos la sociedad que queremos en consonancia con las nuevas realidades sociales y los actuales modelos de convivencia. Es el pueblo español quien, ejerciendo la soberanía que le otorga la Constitución, decide mediante su voto que opciones políticas y sociales representan mejor sus aspiraciones y es el Parlamento, representante de esa soberanía popular, la institución donde se debaten y se aprueban las leyes civiles. A los prelados corresponde dirimir e interpretar las leyes de Dios desde sus despachos y trasmitir sus deliberaciones a sus fieles desde los púlpitos.

No obstante, y a pesar de algunas manifestaciones previas del arzobispo de Madrid declarando que en los últimos años ha ido creciendo en España "una especie de cultura de la muerte que nos ahoga" (en referencia a la futura modificación de la ley del aborto y al debate social reabierto en los últimos meses sobre la legalización de la eutanasia), es de agradecer que en la concentración del domingo, a diferencia de lo sucedido el pasado año, (quizás por no haber contado con el mismo apoyo entusiasta del Partido Popular, tal vez por no existir en el horizonte un ambiente electoral que caldear), se ha rebajado considerablemente el tono apocalíptico de algunos sermones de sus eminencias, que en diciembre de 2007 llegaron a responsabilizar al gobierno socialista de encaminar al país hacia la “disolución de la democracia”, -ese sistema político que la Iglesia católica ha defendido y preservado en todos los periodos de nuestra historia-. Los nostálgicos de la bronca y la crispación que en esta ocasión encontrarían a faltar aquellas pancartas exigiendo el fusilamiento de Zapatero o esos gritos que acusaban al presidente del Gobierno de perseguir obispos, destruir la moral cristiana o atacar a la familia, por citar las perlas dialécticas más moderadas que tanto abundaron en las múltiples manifestaciones convocadas por la jerarquía católica, el Partido Popular o la AVT en la anterior legislatura, no desesperen. Apuesto que están por llegar tiempos mejores.

Publicado por: Belén Meneses