Hace unas semanas, se instaló en el edificio donde vivo, una familia un tanto peculiar. El padre, fumador contumaz, disfruta apagando los cigarros estrujándolos contra la mesa, lanzando después las colillas al techo, en un vano intento por desafiar la ley de la gravedad. Y quien dice las colillas, dice las latas de cerveza, la piel del plátano o los restos del bocata de mortadela. La madre, consumidora compulsiva de pipas sabor tijuana, confecciona alfombras con las cáscaras de las semillas de girasol. El hijo mayor, dotado para las artes plásticas, no tiene reparo ninguno en dejar testimonio de su potencial artístico, en paredes y muebles. También los gemelos han resultado ser pequeños artistas en potencia, aunque sus habilidades apuntan más hacia el mundo circense. Es habitual poder observar a los pequeños saltimbanquis columpiándose en las lámparas, utilizar el largo pasillo como pista de patinaje o convertir las estanterías en improvisados rocódromos donde escalan y descienden con inusitada destreza. La hija mayor, apasionada de los animales y ardiente defensora del libre albedrío, adora a sus tres perros y a sus cinco gatos. Felinos y canes, corretean felices deambulando sin control, dando rienda suelta a sus instintos fisiológicos allá donde la necesidad aprieta.
Estoy convencida, que a estas alturas del relato, el/la perspicaz lector/a habrá comprendido que mis peculiares vecinos no son más que un producto de mi febril imaginación; que esta familia es tan ficticia como lo son los miembros de la familia Monster. Las personas, nos esmeramos por mantener nuestros hogares limpios y cuidados; nuestras viviendas son como nuestros santuarios, el reducto donde nos sentimos confortables y seguros. No arrojamos los desperdicios al suelo, ni pintamos en las paredes; no destruimos el mobiliario y no permitimos que nuestras mascotas se alivien en medio del salón.
Sin embargo, en ocasiones, observando las actitudes incívicas de algunas personas en la vía pública, no puedo evitar preguntarme por qué ese esmero que ponemos en el cuidado de nuestras casas, se transforma en dejadez y desidia cuando traspasamos el umbral de nuestras viviendas. Tal vez no seamos del todo conscientes de que el espacio público, ese escenario de convivencia compartido por todos/as, no es más que una prolongación de nuestros hogares; un entorno común que también forma parte de nuestro patrimonio. Las calles por las que paseamos, los parques donde juegan nuestros hijos/as, los jardines de nuestras plazas o el mobiliario que ocupa nuestros barrios, también son un activo de nuestro patrimonio que tenemos el derecho de disfrutar y la obligación de respetar y proteger, a cuyo mantenimiento y conservación todos/as contribuimos mediante el pago de nuestros impuestos.
Contradiciendo la opinión de algunas formaciones políticas locales, Rubí es una ciudad de la que podemos y debemos sentirnos orgullosos/as; una ciudad acogedora y sostenible donde vivir, trabajar y disfrutar. Cierto que aún quedan muchos aspectos mejorables, y con ese objetivo, el de mejorar nuestra ciudad, trabajamos los/las socialistas desde nuestras responsabilidades en el gobierno municipal. Nos esforzamos por regenerar y mantener nuestro espacio público, construyendo, día a día, una ciudad para las personas donde todos/as los ciudadanos/as nos sintamos cómodos/as circulando por sus calles, paseando por sus plazas o jugando en sus parques. Porque, en definitiva, todos/as, ciudadanos/as y administración, compartimos un proyecto común: disfrutar de una ciudad acogedora, limpia, cívica, sostenible, apacible, transitable y segura. Por favor, pensemos en ello antes de atravesar por encima de un parterre arrasando plantas y flores, dañar el mobiliario urbano o no recoger los excrementos de nuestras mascotas de la vía pública. Al fin y al cabo, un entorno acogedor y sostenible es el legado que todos/as querríamos dejar a las futuras generaciones.
Publicado por Belén Meneses
Regidora d'Espai Públic de l'Ajuntament de Rubí
Estoy convencida, que a estas alturas del relato, el/la perspicaz lector/a habrá comprendido que mis peculiares vecinos no son más que un producto de mi febril imaginación; que esta familia es tan ficticia como lo son los miembros de la familia Monster. Las personas, nos esmeramos por mantener nuestros hogares limpios y cuidados; nuestras viviendas son como nuestros santuarios, el reducto donde nos sentimos confortables y seguros. No arrojamos los desperdicios al suelo, ni pintamos en las paredes; no destruimos el mobiliario y no permitimos que nuestras mascotas se alivien en medio del salón.
Sin embargo, en ocasiones, observando las actitudes incívicas de algunas personas en la vía pública, no puedo evitar preguntarme por qué ese esmero que ponemos en el cuidado de nuestras casas, se transforma en dejadez y desidia cuando traspasamos el umbral de nuestras viviendas. Tal vez no seamos del todo conscientes de que el espacio público, ese escenario de convivencia compartido por todos/as, no es más que una prolongación de nuestros hogares; un entorno común que también forma parte de nuestro patrimonio. Las calles por las que paseamos, los parques donde juegan nuestros hijos/as, los jardines de nuestras plazas o el mobiliario que ocupa nuestros barrios, también son un activo de nuestro patrimonio que tenemos el derecho de disfrutar y la obligación de respetar y proteger, a cuyo mantenimiento y conservación todos/as contribuimos mediante el pago de nuestros impuestos.
Contradiciendo la opinión de algunas formaciones políticas locales, Rubí es una ciudad de la que podemos y debemos sentirnos orgullosos/as; una ciudad acogedora y sostenible donde vivir, trabajar y disfrutar. Cierto que aún quedan muchos aspectos mejorables, y con ese objetivo, el de mejorar nuestra ciudad, trabajamos los/las socialistas desde nuestras responsabilidades en el gobierno municipal. Nos esforzamos por regenerar y mantener nuestro espacio público, construyendo, día a día, una ciudad para las personas donde todos/as los ciudadanos/as nos sintamos cómodos/as circulando por sus calles, paseando por sus plazas o jugando en sus parques. Porque, en definitiva, todos/as, ciudadanos/as y administración, compartimos un proyecto común: disfrutar de una ciudad acogedora, limpia, cívica, sostenible, apacible, transitable y segura. Por favor, pensemos en ello antes de atravesar por encima de un parterre arrasando plantas y flores, dañar el mobiliario urbano o no recoger los excrementos de nuestras mascotas de la vía pública. Al fin y al cabo, un entorno acogedor y sostenible es el legado que todos/as querríamos dejar a las futuras generaciones.
Publicado por Belén Meneses
Regidora d'Espai Públic de l'Ajuntament de Rubí
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