De la última edición del espacio de Televisión Española, “Tengo una pregunta para usted”, emitido el pasado lunes en horario de máxima audiencia, además de confirmar cuales son las preocupaciones que en estos momentos más inquietan a la población española, podemos extraer la aplastante conclusión de que en nuestro país existen dos formas antagónicas de entender la responsabilidad política: esconderse ante las dificultades y esperar que amaine el temporal (recuérdese el Prestige y los cuatro hilillos de plastilina) o enfrentarse a los problemas y dar la cara ante los ciudadanos y las ciudadanas.
Con la que está cayendo, el presidente del Gobierno podía haber optado por rehusar amablemente su presencia en el programa, haberse excusado alegando problemas de agenda o posponer su intervención a la espera de tiempos más propicios. Sin embargo, Zapatero optó por echarle coraje y aceptar el desafío de enfrentar el tercer grado de los ciudadanos y las ciudadanas que acudieron al plató de televisión. No es un reto sencillo responder a preguntas de personas que están atravesando momentos de tanta incertidumbre, que afrontan severas dificultades económicas o que temen perder sus empleos, pero el presidente, en un ejercicio de responsabilidad que denota su compromiso con la ciudadanía, no eludió el cuerpo a cuerpo con los participantes del programa y se sometió a un examen con todo tipo de preguntas, incluidas las más impertinentes, que también las hubo.
Un presidente del Gobierno, como máximo representante del poder ejecutivo, debe saber estar a las duras y a las maduras; no puede tratar de escabullirse cuando las circunstancias se vuelven adversas, lo mismo que el capitán de un barco debe ponerse al frente de la tripulación cuando la tempestad arrecia. Es su obligación tomar el timón cuando se encuentra en el epicentro de la tormenta y las olas golpean violentamente
En este sentido, el presidente Zapatero ha cumplido con creces. Pero a los ciudadanos y a las ciudadanas también nos gustaría escuchar los argumentos y las propuestas del líder de la oposición, para tener la oportunidad de contrastarlas con las expuestas por el presidente Zapatero. Es cierto que, puesto que así lo hemos decidido los ciudadanos y las ciudadanas, Mariano Rajoy no es el presidente del Gobierno, pero no es menos cierto que en un sistema democrático la oposición también tiene una función que cumplir, más allá de poner palos en la rueda al Gobierno para lograr hacerse con el poder a cualquier precio. Una oposición responsable que tiene como prioridad el bienestar de la población, no puede regirse por el principio de cuanto peor mejor. Y mientras el Gobierno dedica todos sus esfuerzos a presentar medidas para atenuar en lo posible los efectos de la crisis económica, ¿qué hace la oposición además de criticar esas medidas, pronosticar los peores augurios para el futuro y sembrar la desmoralización en todos los rincones del país?, ¿dónde está Mariano Rajoy? Pues ni está, ni se le espera. El líder del Partido Popular ha declinado participar en el programa de televisión, a la espera de los resultados de las próximas elecciones autonómicas gallegas y vascas que se celebrarán el próximo mes de marzo.
Pero, ¿qué puede temer Mariano Rajoy para supeditar su presencia en televisión a la celebración de los comicios, cuando parece tener el viento a favor? Posiblemente le inquiete que un tropiezo ante alguna pregunta inoportuna haga descender todavía más su valoración en las encuestas, que no paran de caer en picado. O puede que tal vez le asuste que algún malicioso ciudadano se atreva a cuestionar cómo podría liderar un país quién es incapaz de poner orden en su propio partido. En tales circunstancias, sin duda es mucho más oportuno escurrir el bulto, intentar pasar desapercibido y rezar para que los datos económicos adversos o las elevadas cifras del paro se alíen con él para encubrir las encarnizadas luchas de poder que, cada vez de forma más descarnada, protagonizan los inquilinos de
Bastante tiene el pobre Rajoy intentando encontrar argumentos que justifiquen las tramas mafiosas de esa burda red de espionaje y contraespionaje integrada por Mata Hari, Torrente y los hombres de Paco. Pero tranquilos. Con la desenvoltura que caracteriza a Rajoy para evadir sus responsabilidades e inculpar a los demás de su propia incompetencia, pronto dará con la solución a sus desvelos: se trata de una conspiración de esos “poderes fácticos fácilmente reconocibles”, orquestada, no faltaba más, por Zapatero. Y si no, al tiempo.
Publicado por: Belén Meneses